Una caldera de biomasa se diferencia de una caldera convencional en el tipo de combustible utilizado. Las calderas de biomasa utilizan combustibles naturales procedentes de fuentes renovables, como residuos forestales, excedentes de industrias madereras o cáscaras de frutos secos.
Estos combustibles tienen un precio más estable en el mercado que los combustibles tradicionales (gasóleo, propano, butano, etc.), ya que no están sujetos a fluctuaciones asociadas con los gastos de compra e importación. Todos estos biocombustibles tienen un alto poder calorífico, y convierten a las calderas de biomasa en una fuente de energía rentable y renovable.
¿Cómo funcionan?
El funcionamiento de las calderas de biomasa es similar a una caldera de gas. En el quemador se consume el pellet (o el combustible que utilice), y el calor generado se trasmite hacia el circuito de agua del intercambiador. El agua caliente resultante se puede utilizar para calefacción, para agua caliente sanitaria, para climatización de piscinas, etc.
Para aumentar su eficiencia, se puede instalar también un acumulador de agua, que almacena el calor y reduce las fluctuaciones de temperatura del agua del circuito, reduciendo así el volumen de combustible consumido por la caldera.
Es necesario instalar también un sistema de almacenaje para el biocombustible. En el caso de tener una caldera de pellets, se trata de un contenedor con alimentación automática, que va introduciendo el material dentro de la caldera según este se vaya consumiendo.
Tipos de calderas de biomasa
Hay tres tipos principales de calderas de biomasa. Si bien el principio de funcionamiento es el mismo, se diferencian por el combustible utilizado. Así, podemos encontrar calderas de pellets (utilizadas principalmente para uso doméstico), calderas policombustibles (generalmente para uso industrial) y estufas de leña (dedicadas al uso doméstico).
Las calderas de biomasa son más económicas de mantener que las calderas basadas en combustibles fósiles, y no desprenden olores desagradables ni gases peligrosos. Los combustibles que utilizan son fáciles de almacenar y no requieren medidas de seguridad especiales. Además, es una buena manera de aprovechar los residuos forestales, y ayudamos así a mantener los bosques limpios, reduciendo el riesgo de incendios.