Elegir un sistema de cloración

El principal peligro para la salud humana en las piscinas está en la presencia de bacterias o de otros organismos que propician la proliferación de éstas, como pueden ser las algas. Pero también hay otros factores dañinos que afectan a la piel y a las mucosas, como la concentración de cloro y el nivel del pH del agua de la piscina.

La cloración es el sistema que se ha utilizado tradicionalmente para la desinfección del agua. Para ser efectivo este sistema también necesita un adecuado mantenimiento del agua: buena filtración, limpieza de las superficies y buen estado del agua (sin turbiedad y con el pH adecuado).

A continuación te explicaremos con detalle el funcionamiento de los sistemas de cloración existentes, para que escojas el que mejor se ajuste a tus necesidades y preferencias. Para más información, en el catálogo de Tuandco encontrarás información de los distintos productos que puedes utilizar en cada caso.

  1. Cloración tradicional
  2. Otros tratamientos químicos alternativos
  3. Cloración salina
  4. Sistemas de radiación ultravioleta

1. Cloración tradicional

La cloración consiste en añadir al agua un compuesto químico de cloro. Hay distintas formulaciones que contienen este cloro:

  • hipoclorito sódico
  • hipoclorito cálcico: menos agresivo para la piel e igualmente eficaz
  • tricloro: (Ácido tricloroisocianúrico) soporta mejor la luz solar y no altera el pH.

Todos ellos actúan como oxidante de los elementos orgánicos que se encuentran en la piscina y pueden hacerlo en diferentes intensidades:

  • tratamientos de choque: liberan una gran cantidad de cloro
  • tratamientos de acción continuada: liberación progresiva del cloro

Siempre se necesita más cantidad de cloro de la indicada formalmente, ya que una parte de este cloro se mezclará con la materia orgánica y formará cloraminas (cloro + productos nitrogenados procedentes de residuos de sudor, orina, mucosidad, etc). Las cloraminas tienen una capacidad desinfectante muy pobre y producen irritación en los ojos y la piel. El cloro restante, que queda después de esta fusión, es el cloro libre. Este es muy importante para contrarrestar las cloraminas y para ello hay cuidadosamente las instrucciones de cloración que indique el fabricante en su producto y producir la cantidad de cloro libre necesaria.

  • Cloro de choque: se utiliza cuando empieza la temporada, cuando el agua tiene mal olor o cuando haya sustancias orgánicas.
  • Cloro en pastillas o granulado: el resto del tiempo se debe usar este cloro, en las cantidades que nos indique el fabricante. El cloro se pone en el skimmer, o en el caso de las piscinas desmontables, en una boya flotante, para que no esté en contacto con el plástico.

Es importante tener en mente que durante el proceso de cloración el nivel del pH tiene que estar entre el 7 y el 7,8. Fuera de estos valores la cloración pierde eficacia o puede volverse muy agresiva para la piel y las mucosas. Para controlarlo se utilizan reguladores de pH, tanto para subirlo como bajarlo.

Existen tratamientos combinados, multiacción, que además de aportar cloro equilibran otros aspectos del agua. Los más frecuentes reúnen cloro, algicida (combate las algas) y floculante (corrige la turbiedad). Para aguas duras, piscinas desmontables y aguas con alta presencia de cal existen tratamientos de 5 componentes, que además de las anteriores propiedades incluyen antical y estabilizador de pH.

2. Otros tratamientos químicos alternativos

Existen tratamientos químicos alternativos al cloro, que aunque son más caros, evitan los problemas derivados de su uso, sin perder su efectividad: son menos dañinos, no necesitan tanto control de dosificación y no producen irritación ni olores.

Uno de ellos es el Bromo, que actúa sobre bacterias y algas y carece de olores o efectos secundarios irritantes. Cuando entra en contacto con el agua produce ácido hipobromoso, un desinfectante un poco menos poderoso que el cloro libre. Pero en cambio, cuando entra en contacto con los compuestos nitrogenados (sudor, mocos, etc) origina bromaminas. Al contrario que las cloraminas, las bromaminas tienen una buena capacidad desinfectante. Por tanto, el tratamiento con bromo tiene una mayor capacidad desinfectante que el cloro y no produce irritaciones.

Sin embargo, el tratamiento químico menos agresivo es el de oxígeno, que actúa como si se tratara de un aporte de agua oxigenada. Su uso está especialmente recomendado para personas con pieles delicadas o con enfermedades pulmonares. Tiene muchas ventajas, pero requiere un buen equilibrio de pH y seguir muy cuidadosamente las instrucciones de aplicación del fabricante.

3. Cloración salina

El uso de cualquiera de los productos antes descritos es perfectamente eficaz si se mantiene un control cotidiano del agua. Pero la experiencia nos dice que eso es difícil, por lo que hoy en día se van consolidando las opciones de mantenimiento basadas en la cloración salina.

Este método funciona mediante el añadido de una sal, en concentración mucho más baja que la del agua del mar, pero suficiente para que proporcione las mismas ventajas para ela piel y las mucosas. Este nivel de concentración no produce problemas en caso de fugas de agua ni daña la vegetación alrededor de la piscina. La cloración salina permite el funcionamiento de un equipo de electrólisis.

El funcionamiento de la electrólisis consiste en generar una pequeña reacción eléctrica que altera la composición de la sal y del agua a su paso por el clorador. De este proceso se crea cloro libre, sodio y oxígeno. El cloro y el oxígeno actúan como elementos de alto poder desinfectante. Por otra parte, una vez terminado el proceso el sodio vuelve a unirse con el cloro y vuelve a convertirse en sal (cloruro sódico).

La ausencia de cloraminas, la baja concentración de cloro y la acción beneficiosa de la sal lo convierten en un sistema especialmente confortable e interesante. Para que su funcionamiento sea preciso y no tener que estar pendiente del estado del agua constantemente, es muy importante incorporar también un regulador de pH.

4. Sistemas de radiación ultravioleta

La radiación ultravioleta se viene usando desde hace años en la desinfección del agua con gran éxito ya que, además de ser eficaz para destruir los agentes patógenos y otros microorganismos, no deja residuos ni altera la composición del agua. El sistema consiste en hacer circular el agua por una cámara que proyecta luz ultravioleta. Esta radiación altera el ADN de los microorganismos presentes en el agua, los mata e impide que se reproduzcan.

Tanto la radiación ultravioleta como la electrólisis son muy fáciles de instalar. Existe un tratamiento mixto que integran ambos métodos, llamado NeoLysis. En este artículo te explicamos con detalle su funcionamiento y sus notables beneficios.

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