Los plafones son lámparas que se colocan pegadas al techo, sin colgar. Son una solución ideal cuando falta el espacio suficiente para instalar una lámpara colgante o cuando no se quiere que la lámpara tenga demasiado protagonismo en la decoración de la estancia.
Existe una gran variedad de plafones en el mercado según su diseño, tamaño y funcionalidad. Teniendo en cuenta algunos detalles, se pueden instalar en cualquier habitación de la casa.
Son una opción ideal para baños, espacios normalmente pequeños que requieren una iluminación general. Es importante fijarse en el índice de protección del plafón (IP), factor que mide el grado de protección frente a la humedad y el polvo, ya que el baño es una habitación sometida a un grado de humedad superior que el resto de la vivienda.
Por otro lado, hay que tener en cuenta el tamaño del plafón y el tipo y cantidad de bombillas que lleva. Un plafón demasiado grande puede sobrecargar una estancia, mientras que uno demasiado pequeño no iluminará correctamente la habitación. Elige bien la localización, en función de la forma y distribución de la habitación, puede ser mejor utilizar varios plafones pequeños en vez de uno solo grande.
El número y tipo de bombillas dependerá de las características de la estancia en la que se encuentra. Un despacho o una cocina requieren más intensidad de luz que un dormitorio o un salón. Además, el color de las paredes, el techo y el suelo también condicionan. Una sala con colores oscuros absorbe más luz, mientras que unas paredes claras no necesitan tanta intensidad lumínica.
Finalmente, hay que tener en cuenta el material con el que está fabricado el plafón. Los hay de cristal, plástico o incluso tela. El mantenimiento varía de uno a otro, igual que su durabilidad. Además, se puede elegir entre diferentes colores para su acabado, lo que permitirá conseguir efectos originales en la iluminación de la estancia.
